¿QUIÉNES SOMOS?

El blog "En los zapatos de mi hij@ adolescente" ha sido elaborado con la misión de ayudar a padres y madres de adolescentes a comprender mejor a sus hijos/as: los cambios que están viviendo, sus nuevas relaciones, a qué dedican su tiempo de ocio...
El equipo profesional que gestiona esta plataforma está compuesto por dos profesionales de la psicología, un profesional de trabajo social, y un profesional de educación social.

sábado, 8 de junio de 2013

Huellas para comprender. La importancia del grupo de pertenencia.

Durante la adolescencia, el grupo de iguales cobra una importancia crucial en el desarrollo del menor. Constituyen una plataforma que permite al chico/a participar en la sociedad desde un marco novedoso. Antes, la mayoría de la actividad social del niño/a se circunscribe al marco de la familia. Ahora, el grupo de iguales se constituye como un espacio desconocido, en el que pueden darse relaciones diferentes, y en el que el poder se conjuga de otra manera: ya no va sometido a la autoridad paterno-materna.
Pertenecer a un grupo ayuda al adolescente a construir la propia identidad. Por un lado, les permite decidir “qué no quieren ser”. Por otro, les proporciona sentimientos de identificación con las personas que han elegido el mismo grupo que él/ella. Así, la “guerra oculta” que se describe en este patio de instituto responde en realidad a la acción de “marcar el territorio”, análoga a la orina de los perros, prácticamente. Cada grupo se reconoce porque comparte una serie de características comunes. A sus propios ojos, unos se creen muy diferentes de los otros/as. Así, dentro de los hipster, ellos/as mismos/as entenderán que el estilo de Fulanito es muy diferente al de Menganito. Sin embargo, a los ojos de otros grupos, todos ellos/as se parecen muchísimo.

Por otro lado, dentro de cada grupo se dan sus propias reglas, rituales y símbolos. Puede parecer una obsesión que nuestro hijo/a adolescente nada más que quiera calzar Vans. Sin embargo, en su pandilla es un elemento definitorio. Es un símbolo que se asocia inconscientemente con la pertenencia a dicho grupo. Las normas que estructuran el funcionamiento del grupo adolescente normalmente tienen un carácter implícito (es decir, no se definen de forma concreta y hablada). Por ejemplo: es un ritual que el grupo de deportistas dedique el recreo a jugar al fútbol. No es obligatorio, pero es un rito central en el dinamismo grupal. De este modo, si un adolescente perteneciente a este grupo no quisiera jugar al fútbol en el recreo, acabaría siendo expulsado del grupo. No comparte el ritual más importante con el resto de chicos/as, y al final dejarían de considerarlo un miembro del grupo. Entre otras cosas porque físicamente no estaría interactuando con ellos durante el tiempo de ocio del recreo.
Es más fácil si entendemos cada uno de los grupos prácticamente como una microsociedad. Probablemente cada grupo incluso tenga un código específico para comunicarse. Así, habría que manejar vocabulario informático, de videojuego y de cine para hablar con los “frikis” de la historia. O, parodiándolo un poco, habría que añadir coletillas tales como “osea”, “es lo más” y expresiones similares para ser reconocido como miembro del grupo de las pijas.
Llegados a este punto, resulta más lógica la necesidad imperiosa de nuestro hijo/a adolescente por pertenecer a un grupo. Éste les viene bien para aprender  a relacionarse con iguales. Las pequeñas luchas de poder o de lealtades se configuran como los primeros contactos con la estructura social (así, si nuestro hijo/a viene contando su pelea con nosequién, o que tal otro/a le ha dejado de lado, puede leerse desde esta perspectiva, en vez de una simple “pataleta de críos”).


El grupo es bueno para el desarrollo adolescente. Eso sí, hay que elegir un grupo que favorezca el desarrollo positivo del menor. Dejar que el chico o la chica salga y entre con los amigos es una forma de educación importantísima para el crecimiento y el aprendizaje social. Y, en el caso del adolescente que cuenta que está solo, hay que animarlo para que se junte con alguien. ¡Seguro que hay más chicos/as solos/as en el patio! Quizá acercarse un día al tal Rafa, y preguntarle por el examen de la hora anterior sería un buen elemento común desde el que empezar a construir (inconscientemente) toda una cultura grupal…

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