Un día estáis tan tranquilos
sentados en el sofá después de cenar y de repente escucháis ¡din don! suena el
timbre de tu casa, vas a abrir y te encuentras a dos amigas de tu “niñita”
Sofía que preguntan por ella para salir a una discoteca. Tu hija te había
comentado algo, pero por diversas razones, decidiste aplazar esa conversación,
para retomarla más adelante, algo que nunca hiciste. De repente miles de dudas te invaden la
cabeza ¿pero con qué padre/madre vais? ¿van más niñas? ¿o quizás niños?¿qué
vais hacer allí? Y la gran pregunta ¿a qué hora vais a regresar? De repente
sientes como se te acelera el pulso y que acaban de cambiarte el escenario de
tu vida familiar. Estás asistiendo a un nuevo hito en tu currículum de madre o
padre: la niña quiere comenzar a volar sola y tú debes decidir así, por
sorpresa, si la dejas, si está preparada
o no.
Si tenéis un adolescente en casa esta
historia os suena ¿verdad? Sí no es así, la recordaréis cuando llegue el
momento.
Probablemente la gran duda de todos
los padres y quizás, la razón por la que estáis leyendo esto, es no saber qué
hacer en esta situación. Dar una respuesta concreta es imposible porque
dependería de cada caso y tampoco existe la solución perfecta. Para algunos padres
salir con 13 años es normal, para otros sin embargo, esa situación es
impensable hasta años más tarde. Es normal que aparezcan las dudas, ser padre y
madre es muy difícil y muchas veces no sabemos si estamos acertando o no.
Este nuevo
interés de nuestr@ hij@ de salir solos no es algo que ocurra de la noche a la
mañana. Este es un proceso completamente natural que empieza años antes cuando
nuestro hijo empieza a interesarse mucho más por su grupo de amigos que por sus
padres. Es el primer indicador de que el niño necesita demostrar que ha
crecido, que nosotros ya no somos su único referente y que es momento de pasar
más tiempo fuera que dentro de casa. El tiempo pasa, los hij@s crecen y
necesitan separarse de los padres y salir del entorno que les ha protegido
durante la niñez para poder experimentar su capacidad de arreglárselas
sol@, para desarrollar su identidad y
para poner a prueba sus capacidades. Y el mejor
espacio para ensayar todo esto es su grupo de amigos, entre iguales.
Ahora bien, que
sea un proceso natural, necesario y positivo no quiere decir que no desconcierte ni nos asuste como padres
que somos, ni que a la primera solicitud de
autonomía haya que regalar la independencia total.
El temor que las
primeras salidas generan en los padres tiene mucho que ver con la imagen de los
adolescentes que con frecuencia vemos en las noticias: jóvenes violentos,
consumidores de alcohol y de drogas… Estos adolescentes existen, pero no son
mayoría ni representativos.
Lo ideal de
esta, a priori, difícil situación sería usarla para ayudar a nuestros hij@s a
ganar responsabilidad y madurar hacia la vida adulta, y para ello la clave está
en equilibrar esos temores que se nos generan con la necesidad de independencia
y libertad de nuestros hijos.
Para ello, es
necesario que como padres y madres, nos hagamos una pregunta: ¿es perjudicial
para él o ella lo que quiere hacer o lo que pasa es que a mí no me gusta o me
asusta? En el primer caso, está claro
que habrá que negociar límites para proteger al joven. Y en el segundo,
intentar adaptarnos y admitir que igual ese hij@ ya no es tan infantil como
para no ir al cine, a merendar o a bailar, aunque tampoco sea tan mayor como
para dejarle al azar de la noche.
Nuestro consejo
es que hay que ser prudentes y dejarles hasta donde creamos que son capaces de
afrontar su responsabilidad. Se puede empezar por llevarlos a la discoteca e ir
a recogerlos; conforme crezcan y demuestren que cumplen los horarios y son
responsables en su comportamiento con los amigos pueden ir obteniendo mayor
libertad. Esto quiere decir que tenemos que aprender a arriesgar en cuanto a
nuestros hij@s se refiere. Cuando traspasamos responsabilidad a los hijos nunca
tenemos la seguridad de que no será un desastre. Si nos equivocamos, habrá que recoger
cuerda en la libertad traspasada y volver a probar más tarde, pues quizás no
estaban preparados aún para tal responsabilidad. Lo importante aquí no es
asumirlo como un fracaso, sino como un error en la elección del momento.
A pesar de ir
cediendo poco a poco, es adecuado imponer siempre unos límites, para tenerlos
aún “controlados” y, al mismo tiempo, para que ellos puedan demostrar su
responsabilidad. Es fundamental que cuando salgan sol@s sepamos dónde van, con
quién, y cuándo y cómo regresarán.
Tampoco hay que
perder de vista que los hij@s no son una prolongación de nosotr@s y, en
consecuencia, a la hora de negociar los límites tendremos que entender y
aceptar que tal vez vayan a sitios que a no nos gustan o que vistan de forma
que no consideramos adecuada. Pero debemos comprender que nuestros hijos han
de aprender también a decidir ellos
mismos y dejarles libertad para que sean como ellos quieran ser.
Entre todo esto,
seguro que en un momento dado se encontrarán con la oferta de consumo de
alcohol, tabaco, porros u otras sustancias; hemos de darles un voto de confianza
y la capacidad de decidir; no podemos llevarlos siempre de la mano. Tengamos en
cuenta que nosotros hemos educado a nuestros hij@s y les hemos transmitido
nuestra visión de las cosas. Por ejemplo, si les hemos enseñado que las drogas
y la violencia son malas cuando se vean en la situación, lo evitarán. No se
trata únicamente de explicarles que hay que comer para tolerar el alcohol o el
daño que provocan las drogas en sus cerebros en formación. Hay que darles
herramientas y soluciones para que sepan salir de las situaciones comprometidas
cuando se presenten. Para ello podemos aprovechar muchas situaciones que surgen
en el día a día y comprobar como actuarían ellos. Por ejemplo si viendo la
televisión emiten algo relacionado con las drogas podríamos hacer alguna
pregunta de este tipo: “si alguno de tus amigos se hiciese un porro y te
ofreciese, ¿qué le dirías?” es una forma de poner a nuestr@s hij@s en
situación, pensar, elegir alternativas y estar
prevenidos, a la vez que adquirimos información para saber como debemos
actuar, y si deberíamos preocuparnos o no.
La receta final
está en es la confianza, combinada con la dosis justa y suficiente de control,
pues solo así estaremos facilitándoles a nuestros hij@s la transición a la vida
adulta, a la vez que aprendemos a aceptar y respetar esta etapa en la tarea de
ser buenos padre y madres.
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