El instituto es muy duro. No hablo de los exámenes: más o
menos estudio, y apruebo bien.
Sin embargo, lo que me preocupan son los recreos. A veces me
veo solo, y deseo con todas mis fuerzas que se acabe pronto, porque odio que
todo el mundo me vea dando vueltas solo por el patio. Muchas veces me pongo con
el móvil, sentado en las gradas. En realidad juego a Angry Birds, aunque tengo
la esperanza de que todos piensen que estoy wasapeando con alguien. Sería menos
patético.
Digamos que el instituto puede analizarse perfectamente en
el patio del recreo. En ese momento se ven justamente los grupos que existen.
Como siempre ando con la cabeza gacha, he aprendido a distinguir a las personas
por sus zapatos.
Así, están los deportistas, que siempre llevan zapatillas de
deportes. Ellos pisan fuerte el suelo. Tienen las piernas fuertes de jugar al
fútbol, y las chicas dicen que están buenos, y les hacen caso. A veces van a
verlos jugar.
Luego están los guiris. Van en sandalias todo el año,
incluso en Enero. Van siempre muy juntos a todos lados, y hablan todo el tiempo
en inglés. Ni siquiera soy capaz de entender sus conversaciones, a pesar de
aprobar inglés con buena nota.
Después están las pijas. Son guapas, andan siempre con
tacones o con cuñas, y caminan en línea recta. La gente se aparta para dejarlas
pasar. A veces para mirarlas. No son mala gente, lo que pasa es que hablan todo
el tiempo de ropa, y de chicos (que suelen ser del grupo de los deportistas).
Se ríen muy alto, y se sientan en el banco central del patio. Parece que les
gusta ser el centro de atención. De ese
grupo, me cae genial Sandra. Es lista, simpática conmigo (se sienta a mi lado
en geología) y tiene el culo más bonito que he visto nunca. Así, respingón.
Después están los hispter. Tienen ropa bonita, y mucho
estilo vistiendo. Van a clase en monopatín o en patines. Se ponen juntos en el
recreo, y se dedican a subir fotos a Instagram o a escuchar música en el Ipod.
Los reconozco porque suponen la mayor concentración de Vans y Converses de todo
el instituto.
Luego, en la esquina van los frikis. No frikis en plan
despectivo, sino que se autodenominan “frikis”. El año pasado se hicieron una
camiseta que ponía “Frikis del mundo, uníos”. Juegan al pingpong y hablan de
World of Crafts y de la peli del Hobbit. Durante un par de recreos me junté con
ellos, pero al final estaba igualmente solo: llega un momento en que la
conversación me aburre enormemente.
Y luego están los empollones, como yo. Los profesores nos
adoran, y en el patio nos castigan por ser demasiado listos. A mí por lo menos
me dejan en paz. La semana pasada los deportistas le pegaron un balonazo a Rafa
y le rompieron las gafas. Dijeron a la profesora de guardia que fue sin querer,
pero yo sé que fue el castigo por llevar el trabajo para subir nota a Química.
Escribo aquí como podría escribir en cualquier otro lado. De
hecho, ahora mismo estoy en el recreo, contando mis cosas en este blog que me
he encontrado, y deseando que la gente crea que hablo con alguien por chat. Tal
vez, una novia secreta que estudie en otra ciudad… Y que esté increíblemente
buena.
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